miércoles, 29 de junio de 2011

Capítulo 3

- Así que... Tú eres Ashes. ¿Me equivoco?

Lo primero que hice fue levantar la vista de mi libreta y fijarme en un chica de cabello castaño largo y unos ojos grandes de color verde-gris. Yo hice ademan de responderla, un "Mhh.." salió de mi boca.

- Pues... Vaya. Me pensaba que eras una persona simpática y no antipática... -dijo la castaña mientras me quitaba el lápiz de mis dedos.

-¡Eh! Devuélvemelo... - protesté mientras intentaba agarrarlo, pero ella solo apartaba para que no pudiera alcanzarla.

- Dime si eres Ashes y te lo devuelvo. -sonrió la chica. Chasqueé la lengua hastiada ¿Quería solo mi nombre?

- Sí, soy Ashes. Y ahora mi lápiz por favor...-dije mientras extendía la mano para que me lo diera. La otra solo amplió su sonrisa.

- Bueno... Al menos no eres tan maleducada como la resta de esta clase - dijo mientras dejaba el lápiz encima de mi mano - Soy Sara, prima de Claudio - mis ojos se agrandaron un poco al ver que decía que era prima de Claudio. La curiosidad me ganó en ese entonces.

- ¿Prima? - ella solo asintió más divertida.

- Ajá, mi primito no paró de hablar de ti en cuanto te vio ese día, sobre todo hoy cuando supo tu nombre - yo solo atiné en sonrojarme un poco, pero fruncí un poco el ceño. ¿Habló de mí? ¿Por qué? - Shh.. No le digas que te lo he contado, o si no me mata -sentenció mientras daba una risita. Yo solo me quedé pensativa. ¿Claudio en serio habló de mí a Sara? Sentí como mi corazón bombeaba rápidamente, eso me alarmó porque nunca sentí ese sentimiento ¿cálido? o ¿felicidad? durante mucho tiempo - Espero que seamos amigas Ashes - la voz de Sara me sacó de mis pensamientos. Yo solo la miré como si Sara viniera de otro mundo. ¿Me pidió ser su amiga? ¿A mí?

- ¿Por qué te hace pensar que sería yo tú amiga? -dije un poco cortante.

- Porque me agradas y porque siento que eres alguien especial. -dijo con esa sonrisita mientras volvía a su libreta para acabar la tarea de Catalán que nos mandó al profesora Carmen. Me quedé un poco perpleja ante la respuesta, pero solo atiné a dar una sonrisa pequeña. Nadie, absolutamente nadie me pidió ser su amiga asta ahora. ¿Será por qué siempre soy muy solitaria? No... no será por lástima. En cierto modo me agradaba Sara.



Las dos últimas horas se me pasaron volando. No me había dado cuenta asta que Sara se paró junto a mi pupitre en mi espera.

- Pues si que estas en la nubes. La clase ya terminó Ashes...- dijo mientras me miraba con una sonrisa y miraba con curiosidad lo que estaba escribiendo - Wow ¿Ya as acabo todos los deberes? 

Miré mi libreta y sí, los acabé todos en cada clase. Yo solo asentí y cerré los libros mientras me levantaba y cogía mi mochila - Eran fáciles... -susurré mientras los introducía dentro de la bolsa.

- ¡¿Fáciles!? Para ti, pero para mí me parecen muy complicadas - exaltó sorprendida Sara mientras la observaba. Llevó sus manos a su cintura - ¿Qué? ¿Nos vamos? 

Yo solo negué y cerré al fin la bolsa. La seguí desde atrás asta que salíamos del aula y volvía a hablar Sara sobre los deberes de química que no las entendía - ¿No las entiendes? - la castaña negó con energía.

- ¡No! Por eso estoy tan frustrada... Antes no me pasaba este tipo de cosas, y ahora sí. -dijo con una mueca de enfado. Yo solo pude aguantar una risita - Y encima tenemos la próxima semana muchos exámenes...

- Tranquila. - traté de calmarla, para mi fortuna se calmó un poco - ¿Quieres que te ayude a estudiar? - propuse. Sara se sorprendió por la propuesta, mas yo. Que nunca había ayudado a alguien en los estudios aunque me lo pidiesen.

- ¿¡De verdad!? - sus ojos grandes me miraron con cierta emoción, yo solo asentí y luego unos brazos me rodeaban - ¡Gracias, gracias, gracias! Eres una gran amiga. - una gran amiga. Pensé que nunca sentiría tener una persona como amiga/o, pero como puedo ver, Claudio como Sara rompían todos mis esquemas de ser una chica solitaria, huraña y desconfiada. Se separó de mí con una gran sonrisa - ¿Quedamos el sábado a mi casa? - propuso la Rocío (su apellido) mientras yo la miraba.

- De acuerdo... 

- ¡Bien! - llegamos a la entrada del instituto. Observé que un coche negro - un Camaro SS, al parecer de los años sesenta -, estaba aparcado en una esquina de un edificio. No muy lejos de donde estábamos. Un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo, sintiendo un mal presentimiento - ¿Ashes? ¿Estas bien? -preguntó Sara al verme que me puse algo pálida.

- S-sí... Vamos. - dije mientras cruzábamos la calle. Seguro que no sería nada. Nada.



Llegué a casa exhausta. Dejé la mochila aún lado del sofá y me tiraba en ella, mientras Yoru venía para saludarme saltando encima del sofá para luego recostarse en mi vientre. Le acaricié la oreja izquierda mientras este ronroneaba - ¿Te has portado bien? -sonreí mientras sus ojos amarillos como dos soles me miraban.

Recargué la cabeza en uno de los cojines del sofá, mirando el techo. Hoy era un día algo raro, para mi gusto. Pero divertido al fin y al cabo. Sara era prima de Claudio, él me salvó en aquel accidente... Volví a pensar aquellos ojos poco inusuales. Plateados. ¿Por qué me sonaban tanto? Negué y me levanté del sofá, Yoru saltó al suelo para ir al pequeño sofá que había al lado y recostarse. Mejor no pensar en ello ahora. Me levanté y me dirigí a la cocina para preparar mi comida.

Ah... Que día hoy.

martes, 28 de junio de 2011

Capítulo 2

Miraba el techo blanco de la habitación, toqué la herida de mi frente. Llevaba tres puntos, aunque fuera una herida pequeña me tuvieron que hacerlo. Suspiré, al menos no se veía debajo de mi flequillo.

Llevaba dos horas despierta y no podía dormir de nuevo. Dos malditas horas mirando el techo y pensando en aquel accidente, en el chico que me salvó al tratar de salvar a un niño de ser atropellado. Sin duda era un misterio. El ruido del maldito despertador me izo volver a la realidad. Otro día más y hoy empezaba mis clases.

- Mierda... -susurré bajito mientras me levantaba de la cama.


En una aula. Mucho ruido. ¿En dónde me había metido yo?

Me había metido en un gallinero. Nadie estaba quieto, sobre todo nada estaba en silencio. Todos hablaban, gritaban, tiraban bolas de papel por todos lados... Insoportable. Y sobre todo el profesor llegaba tarde. ¿Qué me tocaba? ¡Ah! Castellano... Vaya profesor que tenían estos. Llegar tarde el primer día de la semana. Suspiré, apoyando mi barbilla encima de la palma de mi mano mientras miraba el cielo por la ventana. Azul. Como le hubiera gustado no asistir a clase, ¡y podía haber no ido! Pero mis estudios eran lo primero para tener un trabajo y poder ser libre. 

Y otra vez maldecía mi vida.


Los tres horas de la mañana las había pasado aburridas. Recordaba muy bien aquellos temas, mientras vivía con su querida abuela, le había enseñado muchas cosas del colegio. En realidad quería que yo me quedara a su lado y yo vivía a gusto con ella y sus enseñanzas como mi tutora. Añoraba esos día la verdad. Cuando tocó el timbre del receso, salí directamente a la puerta del aula metiéndome de lleno entre la multitud de los alumnos que pasaban por los pasillos. Ignorando las miradas curiosas a mi persona. Quería salir de allí y punto. Respirar aire libre, ver algo verde. 

Aire. Fue lo primero en que pensé al sentarme debajo de un árbol, como siempre. Sola. Y eso me tranquilizaba, suspiré ya tranquila, me sentía enjaulada en esa clase de locos. Pero debía aguantar lo que quedaba de curso. Saqué una manzana de mi mochila gris con rayas blancas y azules. La limpié con la manga de mi camisa azul y la mordisqueé, disfrutando de su sabor agridulce que me producía en mi paladar. 

- Manzana... Buena elección. 

Me alarmé al sentir la voz masculina de un chico que estaba a mi lado. No le noté. Giré mi rostro para quedar viendo de nuevo aquellos ojos plateados que para mi mala suerte no se quitaban de mi cabeza.

- T-tú... -intenté articular alguna palabra, pero solo me salía el "tú".

- ¿Yo qué? -dijo mientras se sentaba a mi lado y quitaba mi manzana de mi mano. Reaccioné.

- ¡Eh! Eso es mío...-me quejé, pero las palabras se murieron en mi boca al ver que mordía la manzana donde hace unos segundos mordía yo. Me sonrojé al ver como mordía la manzana. ¡Ni que estuviera besándome! Bueno... no directamente. ¡Tampoco indirectamente! - Agh... D-déjalo, quédatelo ya - dije mientras me levantaba, pero sentí el agarre alrededor de mi muñeca.- ¿Qué? -dije cortante mientras lo miraba, intentando que no me saliera el sonrojo.

- ¿Ya te vas? Pero si aún no a acabado el descanso...- dijo mientras me miraba con aquellos ojos penetrantes para que me quedara. Me lo pensé/dudé en sentarme a su lado, al final me resigne a tanta insistencia con su mirada. Me senté mientras suspiraba y abrazaba mis piernas. Me sentía nerviosa a su lado, y no sabía porque... - ¿Te han echo puntos? -dijo mientras apartaba un poco mi flequillo de mi frente. Yo me aparté por instinto al ver que su mano quitaba mi flequillo de lado.

- Sí. Y... Gracias - agradecí mientras trataba de ocultar mi poco sonrojo que tenía.

- ¿Por qué me lo agradeces?

- Por... salvarme a mí y al niño del atropellamiento...- fruncí el ceño. No era yo muy de agradecer, me había costado horrores en agradecerle.

- Nah... Igualmente tú as echo lo mismo que yo al salvar al niño -dijo mientras mordisqueaba la manzana- Por cierto... Me llamo Claudio -dijo mientras extendía la mano para que yo la estrechara.

- Ashes. -dije mientras se la estrechaba y le soltaba rápidamente ante el contacto de nuestras pieles, la piel se me erizó, doy gracias a que no se notara por mi tono oscuro de mi piel.

- ¿Ceniza? -preguntó curioso.

Yo solo asentí - No preguntes. - Claudio se calló y asintió, no preguntó más y siguió mordisqueando ya la delgada manzana. Yo solo observaba las piedras que había debajo nuestro.

- ¿En que clase vas? - pregunté para romper el silencio. El silencio era una de las cosas que más me tranquilizaban, pero esta vez era diferente. Claudio rompía todos mis esquemas, solo con su presencia. 

- Mhh... ¿Segundo de Bachiller? -dijo entre divertido y con un toque misterioso. Yo puse los ojos en blanco, lo miré de arriba a bajo. No parecía ser uno de bachiller - Adivino... Estas pensando que no aparento que voy a Bachiller, ¿verdad? - sonrió.

- ¡No, no lo pareces! Me pensaba que tenías mi edad...

- Pues... Lo siento. No voy al mismo año que tú - se encogió de hombros mientras llevaba una de sus manos a su nuca y sonreía nervioso. Yo solo bufé y me levanté mirando al frente.

- Pues vaya cosa... -rodé los ojos mientras lo miraba desde arriba y ¿sonreía? - Me voy, ciao Claudio - cogí mi mochila y empecé a andar sin mirar atrás, el timbre dio final al descanso. Aunque en mi rostro aún seguía plasmada mi sonrisa.

Capítulo 1

Me despertaba entre las sábanas blancas de mi cama. Había pasado dos días desde mi llegada en Ibiza, mi tía como siempre no me llamó, ni le importaba en donde viviera ahora mismo. 

- Miau... - el  pequeño maullido se escuchó por toda la habitación. Miré a mi derecha, un pequeño gato de color negro de grandes ojos amarillos me miraban con cierta alegría al ver que me despertaba. Acaricié su cabeza, no lo había escuchado llegar a la habitación. Un ronroneo al ver que le acariciaba transmitió el pequeño minino. Sonreí.

- ¿Tienes hambre? - pregunté al gato. Este me lamió un dedo, lo tomé como un sí. Dejé de acariciarlo y este saltó de la cama para encaminarse entre el estrecho pasillo del piso asta la cocina. Yo salí de entre las sábanas, sintiendo el ambiente algo fresco haciendo que se erizase mi piel. Las mañanas me encantaban, me daban la tranquilidad total a mi alrededor. Me alcé de puntillas mientras me estiraba, tratando de despertar todos mis músculos adormecidos. 

El suelo estaba frío, pero no me importaba caminar descalza, si estuviera viva mi madre me echaría un gran sermón y a mi hermana no. Cerré los ojos, no debía pensar ahora en eso, el pasado y pasó. Y ahora mismo estamos en el presente, esperando que me depararía el futuro de ahora en adelante. Siempre me había cuidado sola y siempre así será.

Ingresé al fin a la cocina, en donde encontraba al gatito sentado encima de la mesa, yo solo sonreí, Debería darle un nombre al pequeño gato - Veamos... ¿Cómo te podría llamar? -dije mientras buscaba una de las latas de comida de gato en la estantería de abajo mientras pensaba en un nombre para que sería mi nueva mascota - Yoru... -susurré. Vale  ¿Os dais cuenta que Yoru es un nombre en japonés?  Pues sí. Soy fanática al manga, pero no soy un otaku. Como si el gato me entendiese, este me miró con los ojos brillantes- Sí. Te quedaras con ese nombre, Yoru - dije mientras le daba su comida y el gato ondeaba su cola feliz de poder comer y de tener un nombre.

Negué con la cabeza divertida por la actitud del felino, miré que había en la nevera y me encontré solo con un yogur azucarado. Tendría que ir después a comprar.


Las calles de Ibiza estaban repletas de personas, de allí para acá, hablando, esperando, solos. Un caos en el verano, había muchos turistas haciendo fotos, paseando y mirando algunas tiendas para llevarse algún recuerdo de vuelta a su país natal, lo que me molestaba de las ciudades era el ruido. En general todo. 

Suspiré y miré en un escaparate unas cuantas botas de cuero con tacón. Estaba pensando en comprarme una, pero rehusé en comprarme unas. Ya las compraría otro día o puede que nunca. Puse mis auriculares de mi mp3 para escuchar música a todo volumen mientras andaba entre la multitud de gente que pasaba por mi lado en Vara de Rey. Había una gran y larga plaza, en donde la mayoría de la gente pasaba. 

Mi vista me llevó a un escaparate, en ella se podría ver un maniquí con un vestido negro de terciopelo, era sencilla, llevaba adornado en los bordes un lazo plateado. Sin duda hermoso. Uno de mis gusto era por la ropa negra, no me gustaba nada lo muy colorido ni llamativo. Me incomodaba. Pude ver mi reflejo detrás del maniquí.

Mi pelo corto azabache en diferentes escalas casi llegar a la altura de los hombros, mi piel sigue siendo más morena, mis labios gruesos rosadas. No era muy alta, era más o menos delgada, pero no tanto como las chicas de hoy en día que estaban súper delgadísimas. Mis orejas pequeñas, la derecha llevaba tres perforaciones y la izquierda dos, dejando ver los tres pendientes de color esmeralda (la derecha) y las dos de color rubí (la izquierda). Llevaba unos shorts vaqueros de color negro, una camisa holgada sin mangas de color blanco y encima un blazer de color negro con un broche plateado parecido a una hiedra que estaba enganchado al blazer a la altura de mi pecho derecho. Me di cuenta hace mucho tiempo de que ya no era la niña de antes, ahora era yo. Ashes, una adolescente de dieciséis años. Que no tenía padres, ni hermanos. Solo yo.

Desvié mi vista y continué con mi camino, escuchando ahora una de mis canciones favoritas de Envansence, Bring me to Life. Puse a todo volumen la canción, susurrando el coro mientras caminaba entre las personas. 


- ¡Juan! ¡Juan! - una madre buscaba entre la multitud de las personas a su hijo. Ya no tenía los auriculares puestos y podía escuchar con claridad la voz desesperada de la mujer que buscaba a su único hijo. Intenté reprimir los sentimientos de celos que me invadían por todo mi cuerpo, apretando fuertemente los puños. Mis ojos negros divisaron al niño en medio de la carretera. ¿Cómo llegó allí? 

- Pobre niño... ¿Qué madre descuidada deja a su niño allí?
- Espero que no le atropellen...
- No me gustaría estar en su pellejo.
Me llevé las manos a la cabeza. ¿Qué eran esas voces? ¿Era yo la única que las escuchaba? Con dificultad, pude ver al niño sentado en el asfalto. Un coche pasaba rápido dirigiéndose a él, iba a atropellarlo. Sin darme cuenta, empece a correr, empujando a la gente que tenía en mi camino para llegar donde estaba el pequeño. Llegué a tiempo asta él, mientras lo abrazaba y lo protegía con mi cuerpo del choque contra el coche. Todo pasó muy rápido, escuché el derrapar del coche, los gritos de la gente. Mantenía los ojos bien cerrados aún abrazando al niño que lloraba a mares.

- ¿Estas bien?

Una voz masculina llegó cerca de mi oreja derecha. Abrí lentamente los ojos, mi olfato captó el olor a rosas. Miré al chico, lo primero que me fijé fueron sus ojos plateados con algunos destellos azulinos. Me había quedado por unos momentos hipnotizada por esos ojos, pero al sentir de nuevo el llanto del niño me izo volver a la realidad.

- S-sí... -tartamudeé. Él suspiró aliviado mientras desasía el abrazo que mantenía alrededor de mí y del niño para protegernos. Observé de nuevo al niño mientras me sentaba y me apartaba del chico -Shhh... Tranquilo... Ya pasó...-dije mientras abrazaba más al niño y sentía sus bracitos alrededor de mi cuello aún llorando por el susto. Se había llevado un buen susto - Oye, gracias por... - pero mis palabras murieron al ver que ya no estaba ese chico.

Prólogo

❝ Sombras ❞

By:

Ches Loveless Cross Ivy Seinx




¿La vida? ¿En que consistía realmente?
Solo pude sentir sufrimiento, el dolor vivo que recorre cada poro de mi piel. No sentí el cariño de las personas que me rodeaban -con excepción a mi hermana y a mi abuela claro está-. Solo estuve apartada, olvidada en el camino de la vida. Patético...
Desde pequeña supe que mi relación con los otros no era muy buena, sobre todo con mis padres. Recuerdos bastante amargos para una niña de catorce años de edad. ¿Qué decir sobre la vida? Me parecía una porquería la verdad, bueno, en realidad no podías pedirle mucho si es que lo recuerdas desde que la recuerdas. En realidad no había tenido una existencia miserable la verdad, solo qué, vivir como una sombra de alguien no era de gran ayuda. 

Mis padres siempre habían admirado a Ángela desde su nacimiento, todo lo contrarió a mí. Era rubia de ojos azules, piel  blanca de un tono rosado, suave al tacto, con aire inocente. Todo lo contrario a mí. Morena de ojos negros como el mismo abismo, cabello negro azabache parecido al color de las plumas de un cuervo. Ella era la mejor en los estudios, sacaba todo excelente en cambio yo era un cero a la izquierda. Ok, no era eso, solo que no se me da bien el estudio y punto. Mis padres estaban orgullosos de ella, pero a la vez ella era la única en felicitarme y la la única en recordar de que existo en esta mierda de mundo. ¿De que servía de que eras una buena pintora y escritora si tú propia familia se interesaba en el deporte y lengua?

- Mamá... Gané el primer premio por dibujar un... - una pequeña niña de unos diez años miraba con alegría a la mujer que en esos momentos estaba frente a la pantalla de su portátil, ignorando olímpicamente a la pequeña niña. Pero para la pequeña no le importaba, al fin había ganado un premio que merecía una pequeña felicitación, una sonrisa, no pedía mucho. Pero su pequeño diálogo se vio interrumpido por el ingreso de su padre junto a su hermana.
- Mira cariño, Ángel volvió a ganar un concurso oral de lengua catalana- la mujer de manera inmediata había puesto atención a lo dicho y una sonrisa floreciera en su cara, se levantó de su silla y fue a abrazar al pequeña niña.
- Eres nuestro pequeño orgullo - la otra niña miró la escena dolida, ella también había ganado un premio. ¿Acaso no se merecía los elogios? ¿Un abrazo?  ¿Había echo algo mal?
- ¿No vas a felicitar a tu hermana? - la voz molesta de su padre la sobresaltó, asintió rápido y se acercó.
- Felicidades, Ángela.
- Gracias, hermana. Mi profesor dijo que ganaste el concurso de dibujo ¡Felicidades! - era increíble que aquella persona que le quitaba toda la atención de sus padres fuera la única en recordar de que alguna forma ella existía en aquella casa, por eso no la odiaba, más que nada la quería. Por ello la defendía de todos los que intentaban hacer algo con ella, ganando a cambio de los sermones molestos de sus padres.
-¿Dibujos? - la voz de la mujer se oía molesta - no debería gustarte esas estúpidas fantasías - el corazón de la niña se encogió.
Nada más esos recuerdos me asqueaban. Al igual que odiaba a mis padres. Pero todo pasó el día en que me dijeron la verdad. Un día de borrachera. Mi hermana estaba dormida en su habitación, yo no podía dormir, tenía una de esas malas noches en que no tenías ganas de dormir. Fue entonces que escuché una de las conversaciones de mamá y papá. Yo estaba mirándolos escondida detrás de la puerta, con la curiosa genuina que ahora ya no tenía.

- Era mejor que se muriera... - fue el comentario del hombre que estaba sentado en el sofá al lado de su mujer mientras bebían.
- Por culpa de ella, Ángela estuvo en la incubadora por tres meses... Esa asquerosa parásita que le quitaba todo a su hermana, además que me izo sufrir horrores en el parto... pero que puedo decir... desde un principio no la queríamos, cuando supimos que eran dos... algo cambio, en especial al ver a esa pobre criatura que la estaba matando. Ojalá hubiera nacido muerta.
Todo eso marcó en lo profundo de toda mi vida. ¿Qué queréis que hiciera? ¿Qué bailara justamente allí la conga? No gracias, preferiría mil veces no haber nacido que estar allí escuchando que como vuestros propios padres dijeran eso en sus propias bocas. No, no les daría el gusto de que desapareciera después de aquella conversación. 

Pasó un año y para la mala suerte de ellos, sufrieron un grave accidente que los mató. Una de los tantos negocios de ellos dos. El día del funeral, Ángela lloró a mares y yo, no derramé ninguna gota. No tenía ni el mínimo amor hacia ellos, no tenía nada con ellos. No me unía ningún lazo con ellos, menos con mi hermana. Tonta e ingenua, nunca sabría la verdad en lo que escuché - para mi mala suerte - la verdad sobre mí. Al cabo de unos días, nos llevaron a ver quien se haría cargo de nosotras. Nuestro abuelo, no podía cuidar las dos a la vez, solo a una. Como podía suponer se llevó a Ángela, en tanto a mí,  me dejaron por dos meses debatiendo mi custodia. Nadie me quería por mis mala conducta que tenía asta que llegó mi queridísima abuela desde su viaje a América, desde que se enteró sobre la custodia se quedó conmigo. Era la única quién me entendía y quería tal como soy. El abuelo y la abuela estaban claramente separados. 

Viví con ella asta los catorce años. En una costa de Sicilia, Italia. Mi vida era feliz, pero como toda felicidad empieza, algún día debe acabar. Mi querida Nonna llegó en los días en que empezaba a decaerse. Restando en los días encerrada en su habitación, en cama mientras yo la cuidaba y hacía las tareas de casa. Era torpe, pero me las apañaba para ayudarla. Había contraído un extraña bacteria que se había alojado en sus pulmones, matándola poco a poco, hasta al final, en una noche de lluvia había cerrado los ojos, para siempre.
Recuerdo que lloré ese día, lloré y grité a  todo pulmón. Toda la noche, ninguna alma humana que estaba en ese lugar pudo calmarla en el hospital en la que estaba antes ingresada su querida abuela, ni médicos, ni enfermeras, nadie, estaba demasiado dolida. Y las palabras de su abuela aún resonaban en su cabeza.

Se feliz mi pequeña Ashley, mi pequeña Ashes.
Ashes, era el apodo que la abuela me había colocado. Significaba "Cenizas" en inglés. Nunca supe porque mi abuela me puso ese apodo, pero las historias que me contaban sobre un fénix oscuro me llevaban al caso de que cuando renacía de sus cenizas, llevaba un inmenso dolor en ellas, pero continuaba con su camino en busca de su felicidad.

No iba conmigo esa historia. 

En el funeral nadie me vio llorar, mantuve la frente en alto, muchos me criticaron y me llamaron mal agradecida, pero yo misma conocía la verdad y me importaba una mierda lo que los demás pensaran. Ahora mi personalidad se volvió más huraña, más desconfiada, más temerosa.

Como aún no era mayor de edad, me mandaron con mi tía de España. No la había visto desde, desde que tenía unos 7 años de edad y vino de visita desde Italia. Era una persona común y corriente, pero era igual a mi madre. No quería verme en su vida asta que decidió mandarme a vivir sola, con la promesa de darme dinero cada mes desde una cuenta bancaria asta que me hiciese mayor de edad y me independizara ya para dejar de mandar dinero a mi cuenta.

Ya habían pasado dos años sobre eso. No tenía ni idea de donde estaba ahora mi hermana, seguramente se habrá olvidado de mi y estuviera en alguna parte de Europa con el abuelo. Sí, aun seguía vivo ese viejo que no me quiso cuidar y a mi hermana sí. Ahora me encontraba en el aeropuerto de Ibiza. Mi nuevo destino, tuve que abandonar mi antiguo piso de Madrid por una cosa que sucedió allí. Cambié de nombre y apellido. Llamándome Ashes Vargas. Mi antiguo nombre, Ashley Rivieras quedó en el olvido de mis recuerdos. 

Llamad a esta vida como una mierda.

My damn Life.