martes, 28 de junio de 2011

Prólogo

❝ Sombras ❞

By:

Ches Loveless Cross Ivy Seinx




¿La vida? ¿En que consistía realmente?
Solo pude sentir sufrimiento, el dolor vivo que recorre cada poro de mi piel. No sentí el cariño de las personas que me rodeaban -con excepción a mi hermana y a mi abuela claro está-. Solo estuve apartada, olvidada en el camino de la vida. Patético...
Desde pequeña supe que mi relación con los otros no era muy buena, sobre todo con mis padres. Recuerdos bastante amargos para una niña de catorce años de edad. ¿Qué decir sobre la vida? Me parecía una porquería la verdad, bueno, en realidad no podías pedirle mucho si es que lo recuerdas desde que la recuerdas. En realidad no había tenido una existencia miserable la verdad, solo qué, vivir como una sombra de alguien no era de gran ayuda. 

Mis padres siempre habían admirado a Ángela desde su nacimiento, todo lo contrarió a mí. Era rubia de ojos azules, piel  blanca de un tono rosado, suave al tacto, con aire inocente. Todo lo contrario a mí. Morena de ojos negros como el mismo abismo, cabello negro azabache parecido al color de las plumas de un cuervo. Ella era la mejor en los estudios, sacaba todo excelente en cambio yo era un cero a la izquierda. Ok, no era eso, solo que no se me da bien el estudio y punto. Mis padres estaban orgullosos de ella, pero a la vez ella era la única en felicitarme y la la única en recordar de que existo en esta mierda de mundo. ¿De que servía de que eras una buena pintora y escritora si tú propia familia se interesaba en el deporte y lengua?

- Mamá... Gané el primer premio por dibujar un... - una pequeña niña de unos diez años miraba con alegría a la mujer que en esos momentos estaba frente a la pantalla de su portátil, ignorando olímpicamente a la pequeña niña. Pero para la pequeña no le importaba, al fin había ganado un premio que merecía una pequeña felicitación, una sonrisa, no pedía mucho. Pero su pequeño diálogo se vio interrumpido por el ingreso de su padre junto a su hermana.
- Mira cariño, Ángel volvió a ganar un concurso oral de lengua catalana- la mujer de manera inmediata había puesto atención a lo dicho y una sonrisa floreciera en su cara, se levantó de su silla y fue a abrazar al pequeña niña.
- Eres nuestro pequeño orgullo - la otra niña miró la escena dolida, ella también había ganado un premio. ¿Acaso no se merecía los elogios? ¿Un abrazo?  ¿Había echo algo mal?
- ¿No vas a felicitar a tu hermana? - la voz molesta de su padre la sobresaltó, asintió rápido y se acercó.
- Felicidades, Ángela.
- Gracias, hermana. Mi profesor dijo que ganaste el concurso de dibujo ¡Felicidades! - era increíble que aquella persona que le quitaba toda la atención de sus padres fuera la única en recordar de que alguna forma ella existía en aquella casa, por eso no la odiaba, más que nada la quería. Por ello la defendía de todos los que intentaban hacer algo con ella, ganando a cambio de los sermones molestos de sus padres.
-¿Dibujos? - la voz de la mujer se oía molesta - no debería gustarte esas estúpidas fantasías - el corazón de la niña se encogió.
Nada más esos recuerdos me asqueaban. Al igual que odiaba a mis padres. Pero todo pasó el día en que me dijeron la verdad. Un día de borrachera. Mi hermana estaba dormida en su habitación, yo no podía dormir, tenía una de esas malas noches en que no tenías ganas de dormir. Fue entonces que escuché una de las conversaciones de mamá y papá. Yo estaba mirándolos escondida detrás de la puerta, con la curiosa genuina que ahora ya no tenía.

- Era mejor que se muriera... - fue el comentario del hombre que estaba sentado en el sofá al lado de su mujer mientras bebían.
- Por culpa de ella, Ángela estuvo en la incubadora por tres meses... Esa asquerosa parásita que le quitaba todo a su hermana, además que me izo sufrir horrores en el parto... pero que puedo decir... desde un principio no la queríamos, cuando supimos que eran dos... algo cambio, en especial al ver a esa pobre criatura que la estaba matando. Ojalá hubiera nacido muerta.
Todo eso marcó en lo profundo de toda mi vida. ¿Qué queréis que hiciera? ¿Qué bailara justamente allí la conga? No gracias, preferiría mil veces no haber nacido que estar allí escuchando que como vuestros propios padres dijeran eso en sus propias bocas. No, no les daría el gusto de que desapareciera después de aquella conversación. 

Pasó un año y para la mala suerte de ellos, sufrieron un grave accidente que los mató. Una de los tantos negocios de ellos dos. El día del funeral, Ángela lloró a mares y yo, no derramé ninguna gota. No tenía ni el mínimo amor hacia ellos, no tenía nada con ellos. No me unía ningún lazo con ellos, menos con mi hermana. Tonta e ingenua, nunca sabría la verdad en lo que escuché - para mi mala suerte - la verdad sobre mí. Al cabo de unos días, nos llevaron a ver quien se haría cargo de nosotras. Nuestro abuelo, no podía cuidar las dos a la vez, solo a una. Como podía suponer se llevó a Ángela, en tanto a mí,  me dejaron por dos meses debatiendo mi custodia. Nadie me quería por mis mala conducta que tenía asta que llegó mi queridísima abuela desde su viaje a América, desde que se enteró sobre la custodia se quedó conmigo. Era la única quién me entendía y quería tal como soy. El abuelo y la abuela estaban claramente separados. 

Viví con ella asta los catorce años. En una costa de Sicilia, Italia. Mi vida era feliz, pero como toda felicidad empieza, algún día debe acabar. Mi querida Nonna llegó en los días en que empezaba a decaerse. Restando en los días encerrada en su habitación, en cama mientras yo la cuidaba y hacía las tareas de casa. Era torpe, pero me las apañaba para ayudarla. Había contraído un extraña bacteria que se había alojado en sus pulmones, matándola poco a poco, hasta al final, en una noche de lluvia había cerrado los ojos, para siempre.
Recuerdo que lloré ese día, lloré y grité a  todo pulmón. Toda la noche, ninguna alma humana que estaba en ese lugar pudo calmarla en el hospital en la que estaba antes ingresada su querida abuela, ni médicos, ni enfermeras, nadie, estaba demasiado dolida. Y las palabras de su abuela aún resonaban en su cabeza.

Se feliz mi pequeña Ashley, mi pequeña Ashes.
Ashes, era el apodo que la abuela me había colocado. Significaba "Cenizas" en inglés. Nunca supe porque mi abuela me puso ese apodo, pero las historias que me contaban sobre un fénix oscuro me llevaban al caso de que cuando renacía de sus cenizas, llevaba un inmenso dolor en ellas, pero continuaba con su camino en busca de su felicidad.

No iba conmigo esa historia. 

En el funeral nadie me vio llorar, mantuve la frente en alto, muchos me criticaron y me llamaron mal agradecida, pero yo misma conocía la verdad y me importaba una mierda lo que los demás pensaran. Ahora mi personalidad se volvió más huraña, más desconfiada, más temerosa.

Como aún no era mayor de edad, me mandaron con mi tía de España. No la había visto desde, desde que tenía unos 7 años de edad y vino de visita desde Italia. Era una persona común y corriente, pero era igual a mi madre. No quería verme en su vida asta que decidió mandarme a vivir sola, con la promesa de darme dinero cada mes desde una cuenta bancaria asta que me hiciese mayor de edad y me independizara ya para dejar de mandar dinero a mi cuenta.

Ya habían pasado dos años sobre eso. No tenía ni idea de donde estaba ahora mi hermana, seguramente se habrá olvidado de mi y estuviera en alguna parte de Europa con el abuelo. Sí, aun seguía vivo ese viejo que no me quiso cuidar y a mi hermana sí. Ahora me encontraba en el aeropuerto de Ibiza. Mi nuevo destino, tuve que abandonar mi antiguo piso de Madrid por una cosa que sucedió allí. Cambié de nombre y apellido. Llamándome Ashes Vargas. Mi antiguo nombre, Ashley Rivieras quedó en el olvido de mis recuerdos. 

Llamad a esta vida como una mierda.

My damn Life.

3 comentarios:

  1. Jajaja, la verdad es que sí... Me alegro que te gustase. xD Pensé en el nombre y ¡Puf! Salió Ashes nwn Jejeje, Tkm! Hermana!

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