martes, 2 de agosto de 2011

Capítulo 6

Miraba la taza llena de té que tenía entre manos. Suspiré cansada, estos últimos días eran muy raros para mi gusto. Primero el sueño, luego Ángela y luego el de la mano negra... ¿Por qué era la única que le pasaba todo esto? Bebí en un sorbo el líquido amarillento del té, mientras trataba de despejar mis pensamientos.

- ¿Estas bien? 

Me sobresalte al escuchar la voz inconfundible de Claudio. Tosí por el susto (estaba por escupir la bebida), debería dejar de hacer eso o me dará un paro cardíaco algún día. Sentí como daba algunas palmadas en mi espalda, tratando de calmar mi tos.

- Perdona, no querías asustarte.- dijo mientras daba una sonrisa nerviosa.

- Cof, no te preocupes. - dije mientras volvía a beber un sorbo de mi té y suspirar - Pero a la próxima, avisa por favor o saluda como todo el mundo. - dijo mientras fruncía un poco el ceño mientras el de ojos plateados se sentaba delante de mí.

- Está bien, está bien. No volverá a ocurrir, lo prometo. - dijo mientras sonreía más aliviado.

- ¿Qué haces aquí? - pregunté curiosa. No me pensaba que le encontraría aquí, en esta cafetería.

- ¿Hum? Yo venía a por un café, pero como te vi aquí pues pasé a  saludarte. - lo observé durante unos instantes como diciendo ¿En serio? Mientras él desviaba la vista al camarero que él había llamado para que le sirviera un café. Pensé por unos segundos que él había venido aquí porque Sara le había contado de que me había desmayado en medio de la clase. Espera... ¿Por qué estaba pensando que él vendría a verme por eso? Miré la ventana de la cafetería. ¿Qué me pasaba a mí cuando estoy cerca de él? Mis preguntas fueron interrumpidas por la voz del chico.- Mi prima me contó que te desmayaste en medio de clase el otro día. ¿Estas bien? - preguntó mientras atrapaba mi mirada oscura de los suyos claros. Me sentí un poco nerviosa que me mirara tanto.

- S-sí. Estoy bien. Solo era un desmayo... - dije mientras miraba ahora la taza casi vacía, intentando no ver sus ojos. Me hacían sentir nerviosa, avergonzada y eso era una mala señal para mi persona.

- ¿Segura? - insistió.

- ¡Sí! Estoy bien. - sentencié ya incomoda. 

Me sentía incomoda de que se preocupara mucho por mi. No era normal que él se preocupara. ¡Solo nos habíamos conocido pocos días! Pero en el fondo, me sentía a gusto de que se preocupara por mí. No había muchas personas que se preocupaban por alguien como yo, mejor dicho ninguna persona se había preocupado tanto como Claudio (a parte de Sara, claro está).

Claudio me miró por unos momentos, como si pudiera entrar en mi mente ahora. Yo no aparté mis ojos de la taza, si le mirara ahora estaría como perdida y además de que intentaba de que el sonrojo que estaba a punto de adornar mis mejillas no saliera. Por suerte, el camarero de antes había llegado con el café, dándome unos segundos en calmarme un poco. Miré ahora la ventana, me fijé en el cielo, estaba nublado y eso no me gustaba. 

- Ashes. - llamó y yo le miré enarcando una de mis cejas mientras le miraba. - ¿Puedo hacerte una pregunta? - le sostuve la mirada. ¿Quería hacerme una pregunta? Yo no dije nada y prosiguió. - ¿Qué pasó en la entrada para que mi prima te llamara y no hicieras caso? 

Lo miré como si él era un marciano o venía de otro planeta. ¿Eso? ¿Eso era lo que me quería preguntar? De repente me sentí molesta, no con él si no con lo que me recordó a mi hermana Ángela. Aparté mi mirada molesta. - No es asunto tuyo. - dije cortante. La voz me tembló un poco de la rabia, me sentía cada vez molesta. ¿Por qué me sentía molesta? Me levanté de mi sitió, caminando asta la cajera y pagar mi pedido, mientras escuchaba la voz de Claudio llamándome. Me dirigí con pasos rápidos asta la salida y salí de la cafetería, siendo perseguida por un confundido Claudio. 

Mierda, mierda, mierda... ¿Por qué me sentía molesta? Esto me frustraba y mucho.

- ¡Ashes!

- ¿¡Qué!? - dije mientras me giraba y le miraba con molestia. ¿Estaba molesta con Claudio? No. Estaba molesta conmigo misma y con Ángela.

- ¿Qué te pasa? De repente te fuiste molesta de la cafetería. ¿Dije algo que te molestara? - pregunto preocupado/confundido Claudio. Yo solo lo miré por unos segundos para luego apartarlo y suspirar. ¿Qué carajos me pasaba?

- Nada. Déjalo. No es culpa tuya solo que...

- ¿Solo qué?

- No quiero hablarlo. ¿Vale? - dije mientras sentía como una gota de lluvia caía en mi nariz. Miré el cielo gris, estaba empezando a llover.

Cludio me miró por unos segundos, pensativo, callado. Y eso se lo agradecía en silencio. Las gotas de lluvia aumentaron, empezando a llover de verdad. Suspiré aliviada, como si la lluvia me llevara cada mal, que me limpiara por completo. Ahora sí miré a Claudio, sus ojos plateados no apartaron su vista de mí, como esperando algo. Yo le sostuve la mirada, como si con ese medio pudiéramos hablar sin mover ni un centímetro la boca. 

- Ven. Mi casa está más cerca. - dijo al final mientras empezaba a caminar en dirección contraria. Yo lo seguí callada, como si una fuerza sobre natural me arrastrara en seguirle. La lluvia seguía su curso, mojándonos, empapándonos asta la médula, en una caminata silenciosa en donde parecía que éramos nosotros dos solos en el planeta.


Llegamos a su casa. No era grande ni pequeña, una común pero que trasmitía un aura acogedor y a la vez familiar. Me encontraba en el salón, tomando un chocolate caliente que él había preparado (le había dicho que no hacía falta, pero no me izo caso alguno). Mi cabello estaba aún mojado (pero era porque me había duchado), llevaba una camisa algo grande, blanca, era de Claudio (me sentía avergonzada por llevar su ropa). También un pantalón de tela gris, me llegaba asta las rodillas (también era de Claudio). 

Me recosté más en el cómodo sofá color blanco del salón, mientras bebía un sorbo de la taza. Claudio se encontraba en el segundo piso, duchándose. Mis ojos oscuros miraban con curiosidad el salón, había muchas estantería con muchos libros. Me levanté y curioseé por allí, dejando la taza en la mesita que había delante del sofá y al otro lado la chimenea, que estaba encendida, dejando el salón escuchar el crepitar del tronco siendo consumido por el fuego. 

Un libro rojo, fije con algunos dibujos dorados me llamó la atención. Lo cogí y lo ojeé, leyendo en voz alta una parte del libro, sobre todo porque estaba en inglés.

- " The smell of blood is still here, all the perfumes of Arabia, will not sweeten this little hand. Oh, Oh, Oh! What a sigh is there! The heart is sorely charged. I would not have such a heart in my bosom for the dignity of the whole body. Well, well, well... Pray it be god, sir. This disease is beyod my practice, yet I have known hose which have walked in their sleep, who have died holily in their beds..."

- Shakespeare.

Paré de leer para mirarle. Su cabello rubio, entre mechones castaños estaba mojado, dejando escapar algunas gotas de agua asta la toalla blanca que tenía colgada alrededor de su cuello. Llevaba una camisa negras, de mangas largas, holgada y uno pantalón blanco de tela que llegaba asta sus tobillos. Yo solo lo miré, la verdad se podía ver lo atractivo que era en ese estado... ¿¡Pero que digo!?

- Es de Sheakeaspere, Macabeth. ¿Los has leído? - dijo mientras sonreía de lado y llevaba la taza de chocolate que tenía aguantada en una de sus manos a su boca y suspiraba a gusto mientras me miraba.

- No. No leí todas las obras de Sheakespeare. - dije mientras me ruborizaba un poco y dejaba el libro en su sitio. - Gracias por dejarme quedar. - murmuré, pero Claudio lo alcanzó a escuchar.

- De nada. Igualmente no iba a dejarte en medio de la lluvia. - confesó mientras se acercaba también en una de las estanterías, cogiendo un libro de ella. Era un libro blanco, en la portada se podía ver el dibujo de un pequeño pueblo mientras en letras negras y gordas se podía ver el título del libro: " Hesse Poems Anthology". Lo que me sorprendió fue que recitaba uno de los poemas de Hesse en voz alta.

- " No! Leave me alone, you impure dream of world of suffering! The dance of tiny insects cradles you in an evening radiance, the bird´s cry cradles you, A breath of wind cools my forehead with consolation, leave me alone, you unendurably old human grief! "

Por unos momentos es como si hubiera olvidado en donde estábamos. La voz de Claudio inundó como el agua de la lluvia que caía fuera de la casa la sala, dejando solo la voz fuerte, varonil pero a la vez suave y armoniosa de Claudio. 

No sabía como, pero estaba acurrucada en el cómodo sofá que minutos antes me había levantado, escuchando la voz de Claudio en la sala, leyendo cada poema de Hesse. Como una niña pequeña que escuchaba la lectura de alguien atenta. Fue lo único que escuchaba antes de caer dormida en su sofá y su voz se alejaba poco a poco.

sábado, 2 de julio de 2011

Capítulo 5

- ¿¡Dónde te habías metido!? -fue la respuesta de Sara al verme en el patio trasero del instituto.

Ya había pasado las primeras tres horas, tres horas en las que me pasé pensando y llorando en la azotea como una cría. Sí, pensaba que yo era una cría llorona. Y en cierto modo, me desagradaba llorar.

- Estaba en la azotea... No me daba la gana ir a  clases. - mentí. No quería hablar sobre lo que había pasado horas antes en la entrada. Fruncí el ceño al sentirme estúpidamente molesta.

- ¿De verdad? - me miró preocupada. Yo solo suspiré y asentí - Mira que me lo puedes contar. Soy tu amiga, ¿no?

- Perdona Sara, pero no quiero hablar de "eso" ahora...

- ¡Pero...!

- Sin peros, ya te lo contaré cuando esté segura. ¿De acuerdo? - dije mientras la miraba firme a los ojos. Ella dio un suspiro de frustración mientras negaba con la cabeza y asentía.

- Está bien... Porque eres mi amiga, ¿eh? Si no, ya te lo hubiera sacado en la peor forma... - bromeó mientras me abrazaba.

- "Perdóname Sara, pero aún no estoy preparada.." - pensé mientras la correspondía. Si, necesitaba ese abrazo, de alguien cercano. Y Sara era la única a la que tenía ahora.

- Bueno... ¡Vamos a comer! -dijo mientras se separaba y sacaba su monedero de su bolsa y me lo enseñaba- Invitó yo, ¿ok? -dijo mientras se encaminaba de nuevo a entrar en el edificio. Yo solo suspiré y sonreí de medio lado, la verdad es que Sara era demasiado energica y positiva.


Entramos a clases, Sara me explicaba cuales eran los deberes que me habían mandado por la mañana. Nos tocaba Sociales, al entrar la profesora Bonet revisaba unos documentos. Era una mujer alta, delgada, el cabello suelto corto de color miel. Tendría unos 35 o 40 años, pero las apariencias engañaban, era una persona agradable. Observé en la pisara escrito en letras grandes Geografía, con una excelente caligrafía.

Nos sentamos en unos pupitres de atrás, la profesora se levantó para empezar a explicar la clase.


Solo pasaron unos 30 minutos y Sara estaba cabeceando. No sabía como, pero a Sara siempre le entraba sueño en las clases de Historia, aunque ahora estábamos a Geografía.

"Ashes..."
Respingué un poco. ¿Quién me llamaba?

"Ashes..."
De nuevo. ¿Dónde venía esa voz? Pero lo que me sorprendió fue ver toda la clase silenciosa, miré por todos lados. No había nadie - ¿Sara? -llamé a mi amiga, pero nada. Empecé a inquietarme y me levanté de mi pupitre. ¿Dónde estaban todos?

"Ashes..."
De nuevo alguien me llamaba. Vi como algo se movía entre las cortinas, temblé. Empecé a tener miedo - ¿Qu-quién eres? -dije a la nada mientras veía como una mano oscura salía despacio de la cortina y se alargaba a mi dirección.

"¡Corre!"
Empecé a correr en dirección a la puerta, siendo perseguida por aquella mano. Cerré la puerta justo cuando iba a cogerme y empecé de nuevo mi carera. Giré a la derecha, miré atrás y me alarmé al ver que me perseguía de nuevo aquella mano. Mi corazón bombeaba rápido, por el miedo al ser atrapada, como en mi sueño. Pero esto era diferente.

" Ve a la biblioteca... "
De nuevo aquella voz. ¿ A la biblioteca? Giré a la izquierda, dirigiéndome como podía a la biblioteca. No sabía porque pero mis instintos me decían que estaría a salvo allí.

Giré otro tramo, casi resbalé cuando giré. Vi la puerta de la biblioteca, estaba abierta. Miré encima de mi hombro, aún estaba allí aquella mano que me perseguía. Entré de lleno a la biblioteca, cerrando la puerta a la vez con llave. Apoyé mi espalda a la puerta mientras me deslizaba asta sentarme en el suelo. Respiraba agitada, traté de calmarme. 

¿Qué demonios era eso? Y sobre todo. ¿Dónde estaban los demás? El sonido del pomo de la puerta me llamó al atención, sacándome de mis pensamientos. Estaba intentado abrir. Me levanté de improviso, mirando la puerta. Un estruendoso ruido al ver que algo o alguien chocaba contra la puerta me izo temblar del miedo, di unos pasos para atrás.

" No tengas miedo..."
¿Qué no tenga miedo? ¡Claro que tengo miedo! Traté de despejar mi cabeza y calmarme.

" Eso es... Ahora cierra los ojos y piensa en la primera persona en que as conocido..."
¿En la primera persona que conocí? Pues fue... Antes de que pudiera decir el nombre todo se volvió más oscuro, lo raro es que no era frío si no cálido.


- Ashes... Ashes... - la voz de mi amiga me llamaba.

Abrí los ojos con pesadez. Lo primero que vi fue un techo blanco algo sucio luego miré al lado. Era Sara con una notoria preocupación en el rostro.  ¿Qué había pasado? Llevé una de mis manos a la cabeza, dolía. Fue entonces en que me fijé que estaba en la enfermería. ¿Cómo paré aquí?

- ¿D-dónde estoy? - pregunté. Lo que sentí fue un abrazo, miré a Sara confundida.

- ¡Te habías desmayado! Me has asustado... -dijo aún abrazándome.

¿Me desmayé? Cerré los ojos algo mareada, recordando algo. Una mano negra, la biblioteca, aquella voz... ¿Fue un sueño?

- Srta. Rocío. Es mejor que deje descansar a la Srta. Vargas, debe volver a clases -dijo la doctora que trabajaba en la enfermería.

- Pero... - iba a protestar Sara al separarse de mi, pero al corté.

- Ve... No te preocupes. Estaré bien... Solo necesito descansar. -dije mientras los ojos castaños dudosos de Sara me miraban. Ella suspiró resignada y se levantó para dirigirse a la salida.

- Luego te veo... - fue su respuesta al salir de aquí. Cerré los ojos, la doctora Planells me pasó un vaso y unas pastillas.

- Toma... Te sentirá mejor, ahora descansa un poco -dijo mientras yo lo cogía y me lo tomaba - Cualquier cosa dímelo... -dijo de nuevo mientras le pasaba el vaso y me recostaba de nuevo en la camilla.

Suspiré. ¿En serio era solo un sueño? Pero... era muy real para mi gusto. Fruncí el ceño. Mejor no pensar en eso, debía descansar. Sí, eso era lo mejor.

viernes, 1 de julio de 2011

Capítulo 4

Oscuro.
Todo estaba oscuro. Por donde andaba por donde miraba, todo estaba sumido a la oscuridad. Daba miedo. Me recordaba cuanto estoy de sola. Aunque cerrara los ojos o los abría, todo estaba oscuro, frío, solo. Lágrimas salían de mis ojos, miedo. Mucho miedo. 
No sé como pero empecé a correr, sin rumbo fijo. Solo correr y correr. 
"¿ Por qué corres ?"
- ¿Por qué corro? - respondí/pregunté a la nada. Eso era, ¿por qué corría?
"¿ Por qué corres ?" de nuevo aquella pregunta.
- Corro... Por... - En serio... ¿Por qué corría? Poco a poco paré de correr y me quedé quieta en el mismo lugar, mirando a la nada.
"¿ Por qué huyes ?" 
Miré arriba. ¿Por qué huyo? - ¿Huir? Yo... - antes de que me diera cuenta, algo o alguien me agarraba con fuerza mi tobillo derecho, fue entonces que grité.
La alarma del reloj digital resonaba por todo el piso, haciendo que abriera los ojos, respirando agitada, sudada. Parpadeé varias veces ¿Qué demonios había sido eso? Cerré de nuevo los ojos, tratando de calmarme por el mal sueño.

- Miau... -el maullido de Yoru me sacó de mis pensamientos. Se recostó de nuevo en mi vientre, parece ser que le gustaba recostarse encima mío. Acaricié al gato ya calmada.

- Solo a sido un mal sueño. No te preocupes... - susurré mientras escuchaba sus ronroneos y las lamidas a mi mano. 

Eso era. Nada más que un sueño.


- ¡Asheeees! - la llamada de Sara desde atrás izo que me parara y mirara. La sonrisa alegre de Sara adornó su rostro - ¡Buenos días! 

- Buenos días - respondí mientras ella se ponía a mi lado y camináramos.

- ¿As dormido bien? - miré a Sara y asentí no muy segura. Ella palmeó mi hombro como diciendo "¿En serio? No preguntaré". Agradecí silenciosa.

 Sara empezó con uno de sus monólogos del día, habían pasado dos días desde que nos hicimos amigas en clase, y por extraño que parezca, parece que ya  éramos amigas desde siempre - Y bueno... después - Sara paró de hablar y miraba al frente callada. Me extrañé y seguí su mirada asta una chica de largos cabellos rubios que hablaba con energía e alegría a Claudio. Estaba de espaldas y no pude reconocerla bien si iba en el mismo curso que nosotras o a la misma que Claudio. Me resultaba bastante familiar...

- ¿Quién es? -pregunté a Sara. Ella me miró y luego a la pareja que estaba delante de la entrada, pero una buena distancia para que no se dieran cuenta que los observábamos. 

- Ella... Se llama Ángela Rivieras. Ella viene desde Italia y estuvo como dos años aquí, es muy popular entre los chicos de todo el instituto, asta que volvió a Italia por asuntos de su abuelo... No me pensaba que volvería tan pronto. ¡Sobre todo hablando con mi primo! - yo ya no la escuchaba. Ángela Rivieras. No podía ser cierto, ¿verdad? Mire de nuevo a la entrada. Cabellos rubios, piel blanca, la misma altura que yo y sobre todo, cuando giró un poco su cabeza pude apreciar los ojos azules de ella. No puede ser ella... ¿Por qué estaba aquí? - ¿Ashes? ¿Estas bien? -me sacudió en el hombro un poco Sara, sacándome de mis pensamientos y mis recuerdos. Yo solo la miré como si hubiera visto un fantasma.

- A-acabo de recordar que la profesora Carmen quedó conmigo ahora en el aula... Nos vemos en clase - antes de que mi amiga protestara ya estaba caminando rápido asta ellos. 

Pasé rápida, ignorando la llamada de Sara y la mirada penetrante plateada de Claudio. Eché una ojeada rápida, encontrándome con la mirada azulina de Ángela. Sentí como si el tiempo pasase lento, como en cámara lenta, como mi hermana me miraba con sus ojos claros a los míos oscuros. Aparté la mirada y entré al instituto, sintiendo al final algunos escalofríos recorrer mi cuerpo y algunos picores en los ojos. Iba a llorar.

Caminé con pasos rápidos asta entrar al edificio, no había muchas personas dentro, aún era algo pronto y no había tocado aún la campana. 

Subí por las escaleras, llegando asta la última planta en donde me llevaría a la azotea. Nadie me había visto subir y eso me aliviaba de alguna forma. No quería que nadie me viera llorar, sobre todo que supieran en donde estaba ahora. 

Abrí la puerta y la cerré cuando salí. Recargué mi espalda a la puerta misma, deslizándome asta quedar sentada en el suelo. Sentía la brisa de la mañana pegar fuerte a mi piel morena, fue entonces que algunas gotas saladas cayeron de mis ojos. Empecé a llorar. Me abracé a mi misma, para luego encogerme y llorar como una niña.

"¿Por qué? ¿Por qué aquí?¿Por qué debe venir aquí? " 

Preguntas se formulaban en mi cabeza. No tenía ninguna respuesta.

¿Por qué lloraba? tapé mi boca con mi mano, tratando de regular mi respiración y que parara de llorar. ¿Por qué lloraba? Inspiré y expiré. Cerré por unos momentos los ojos, eso era. Seguramente ella no me recordaría, éramos muy pequeñas. ¿Por qué llorar? Si ya me dije a mi misma que ya no tenía a nadie a mi lado... Ya olvidé quién eran mis padres, mi hermana, mi nombre, mi vida. Esos recuerdos los enterré en lo profundo de mi mente, olvidados.

- Nada... -susurré mientras miraba el cielo nublado.

miércoles, 29 de junio de 2011

Capítulo 3

- Así que... Tú eres Ashes. ¿Me equivoco?

Lo primero que hice fue levantar la vista de mi libreta y fijarme en un chica de cabello castaño largo y unos ojos grandes de color verde-gris. Yo hice ademan de responderla, un "Mhh.." salió de mi boca.

- Pues... Vaya. Me pensaba que eras una persona simpática y no antipática... -dijo la castaña mientras me quitaba el lápiz de mis dedos.

-¡Eh! Devuélvemelo... - protesté mientras intentaba agarrarlo, pero ella solo apartaba para que no pudiera alcanzarla.

- Dime si eres Ashes y te lo devuelvo. -sonrió la chica. Chasqueé la lengua hastiada ¿Quería solo mi nombre?

- Sí, soy Ashes. Y ahora mi lápiz por favor...-dije mientras extendía la mano para que me lo diera. La otra solo amplió su sonrisa.

- Bueno... Al menos no eres tan maleducada como la resta de esta clase - dijo mientras dejaba el lápiz encima de mi mano - Soy Sara, prima de Claudio - mis ojos se agrandaron un poco al ver que decía que era prima de Claudio. La curiosidad me ganó en ese entonces.

- ¿Prima? - ella solo asintió más divertida.

- Ajá, mi primito no paró de hablar de ti en cuanto te vio ese día, sobre todo hoy cuando supo tu nombre - yo solo atiné en sonrojarme un poco, pero fruncí un poco el ceño. ¿Habló de mí? ¿Por qué? - Shh.. No le digas que te lo he contado, o si no me mata -sentenció mientras daba una risita. Yo solo me quedé pensativa. ¿Claudio en serio habló de mí a Sara? Sentí como mi corazón bombeaba rápidamente, eso me alarmó porque nunca sentí ese sentimiento ¿cálido? o ¿felicidad? durante mucho tiempo - Espero que seamos amigas Ashes - la voz de Sara me sacó de mis pensamientos. Yo solo la miré como si Sara viniera de otro mundo. ¿Me pidió ser su amiga? ¿A mí?

- ¿Por qué te hace pensar que sería yo tú amiga? -dije un poco cortante.

- Porque me agradas y porque siento que eres alguien especial. -dijo con esa sonrisita mientras volvía a su libreta para acabar la tarea de Catalán que nos mandó al profesora Carmen. Me quedé un poco perpleja ante la respuesta, pero solo atiné a dar una sonrisa pequeña. Nadie, absolutamente nadie me pidió ser su amiga asta ahora. ¿Será por qué siempre soy muy solitaria? No... no será por lástima. En cierto modo me agradaba Sara.



Las dos últimas horas se me pasaron volando. No me había dado cuenta asta que Sara se paró junto a mi pupitre en mi espera.

- Pues si que estas en la nubes. La clase ya terminó Ashes...- dijo mientras me miraba con una sonrisa y miraba con curiosidad lo que estaba escribiendo - Wow ¿Ya as acabo todos los deberes? 

Miré mi libreta y sí, los acabé todos en cada clase. Yo solo asentí y cerré los libros mientras me levantaba y cogía mi mochila - Eran fáciles... -susurré mientras los introducía dentro de la bolsa.

- ¡¿Fáciles!? Para ti, pero para mí me parecen muy complicadas - exaltó sorprendida Sara mientras la observaba. Llevó sus manos a su cintura - ¿Qué? ¿Nos vamos? 

Yo solo negué y cerré al fin la bolsa. La seguí desde atrás asta que salíamos del aula y volvía a hablar Sara sobre los deberes de química que no las entendía - ¿No las entiendes? - la castaña negó con energía.

- ¡No! Por eso estoy tan frustrada... Antes no me pasaba este tipo de cosas, y ahora sí. -dijo con una mueca de enfado. Yo solo pude aguantar una risita - Y encima tenemos la próxima semana muchos exámenes...

- Tranquila. - traté de calmarla, para mi fortuna se calmó un poco - ¿Quieres que te ayude a estudiar? - propuse. Sara se sorprendió por la propuesta, mas yo. Que nunca había ayudado a alguien en los estudios aunque me lo pidiesen.

- ¿¡De verdad!? - sus ojos grandes me miraron con cierta emoción, yo solo asentí y luego unos brazos me rodeaban - ¡Gracias, gracias, gracias! Eres una gran amiga. - una gran amiga. Pensé que nunca sentiría tener una persona como amiga/o, pero como puedo ver, Claudio como Sara rompían todos mis esquemas de ser una chica solitaria, huraña y desconfiada. Se separó de mí con una gran sonrisa - ¿Quedamos el sábado a mi casa? - propuso la Rocío (su apellido) mientras yo la miraba.

- De acuerdo... 

- ¡Bien! - llegamos a la entrada del instituto. Observé que un coche negro - un Camaro SS, al parecer de los años sesenta -, estaba aparcado en una esquina de un edificio. No muy lejos de donde estábamos. Un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo, sintiendo un mal presentimiento - ¿Ashes? ¿Estas bien? -preguntó Sara al verme que me puse algo pálida.

- S-sí... Vamos. - dije mientras cruzábamos la calle. Seguro que no sería nada. Nada.



Llegué a casa exhausta. Dejé la mochila aún lado del sofá y me tiraba en ella, mientras Yoru venía para saludarme saltando encima del sofá para luego recostarse en mi vientre. Le acaricié la oreja izquierda mientras este ronroneaba - ¿Te has portado bien? -sonreí mientras sus ojos amarillos como dos soles me miraban.

Recargué la cabeza en uno de los cojines del sofá, mirando el techo. Hoy era un día algo raro, para mi gusto. Pero divertido al fin y al cabo. Sara era prima de Claudio, él me salvó en aquel accidente... Volví a pensar aquellos ojos poco inusuales. Plateados. ¿Por qué me sonaban tanto? Negué y me levanté del sofá, Yoru saltó al suelo para ir al pequeño sofá que había al lado y recostarse. Mejor no pensar en ello ahora. Me levanté y me dirigí a la cocina para preparar mi comida.

Ah... Que día hoy.

martes, 28 de junio de 2011

Capítulo 2

Miraba el techo blanco de la habitación, toqué la herida de mi frente. Llevaba tres puntos, aunque fuera una herida pequeña me tuvieron que hacerlo. Suspiré, al menos no se veía debajo de mi flequillo.

Llevaba dos horas despierta y no podía dormir de nuevo. Dos malditas horas mirando el techo y pensando en aquel accidente, en el chico que me salvó al tratar de salvar a un niño de ser atropellado. Sin duda era un misterio. El ruido del maldito despertador me izo volver a la realidad. Otro día más y hoy empezaba mis clases.

- Mierda... -susurré bajito mientras me levantaba de la cama.


En una aula. Mucho ruido. ¿En dónde me había metido yo?

Me había metido en un gallinero. Nadie estaba quieto, sobre todo nada estaba en silencio. Todos hablaban, gritaban, tiraban bolas de papel por todos lados... Insoportable. Y sobre todo el profesor llegaba tarde. ¿Qué me tocaba? ¡Ah! Castellano... Vaya profesor que tenían estos. Llegar tarde el primer día de la semana. Suspiré, apoyando mi barbilla encima de la palma de mi mano mientras miraba el cielo por la ventana. Azul. Como le hubiera gustado no asistir a clase, ¡y podía haber no ido! Pero mis estudios eran lo primero para tener un trabajo y poder ser libre. 

Y otra vez maldecía mi vida.


Los tres horas de la mañana las había pasado aburridas. Recordaba muy bien aquellos temas, mientras vivía con su querida abuela, le había enseñado muchas cosas del colegio. En realidad quería que yo me quedara a su lado y yo vivía a gusto con ella y sus enseñanzas como mi tutora. Añoraba esos día la verdad. Cuando tocó el timbre del receso, salí directamente a la puerta del aula metiéndome de lleno entre la multitud de los alumnos que pasaban por los pasillos. Ignorando las miradas curiosas a mi persona. Quería salir de allí y punto. Respirar aire libre, ver algo verde. 

Aire. Fue lo primero en que pensé al sentarme debajo de un árbol, como siempre. Sola. Y eso me tranquilizaba, suspiré ya tranquila, me sentía enjaulada en esa clase de locos. Pero debía aguantar lo que quedaba de curso. Saqué una manzana de mi mochila gris con rayas blancas y azules. La limpié con la manga de mi camisa azul y la mordisqueé, disfrutando de su sabor agridulce que me producía en mi paladar. 

- Manzana... Buena elección. 

Me alarmé al sentir la voz masculina de un chico que estaba a mi lado. No le noté. Giré mi rostro para quedar viendo de nuevo aquellos ojos plateados que para mi mala suerte no se quitaban de mi cabeza.

- T-tú... -intenté articular alguna palabra, pero solo me salía el "tú".

- ¿Yo qué? -dijo mientras se sentaba a mi lado y quitaba mi manzana de mi mano. Reaccioné.

- ¡Eh! Eso es mío...-me quejé, pero las palabras se murieron en mi boca al ver que mordía la manzana donde hace unos segundos mordía yo. Me sonrojé al ver como mordía la manzana. ¡Ni que estuviera besándome! Bueno... no directamente. ¡Tampoco indirectamente! - Agh... D-déjalo, quédatelo ya - dije mientras me levantaba, pero sentí el agarre alrededor de mi muñeca.- ¿Qué? -dije cortante mientras lo miraba, intentando que no me saliera el sonrojo.

- ¿Ya te vas? Pero si aún no a acabado el descanso...- dijo mientras me miraba con aquellos ojos penetrantes para que me quedara. Me lo pensé/dudé en sentarme a su lado, al final me resigne a tanta insistencia con su mirada. Me senté mientras suspiraba y abrazaba mis piernas. Me sentía nerviosa a su lado, y no sabía porque... - ¿Te han echo puntos? -dijo mientras apartaba un poco mi flequillo de mi frente. Yo me aparté por instinto al ver que su mano quitaba mi flequillo de lado.

- Sí. Y... Gracias - agradecí mientras trataba de ocultar mi poco sonrojo que tenía.

- ¿Por qué me lo agradeces?

- Por... salvarme a mí y al niño del atropellamiento...- fruncí el ceño. No era yo muy de agradecer, me había costado horrores en agradecerle.

- Nah... Igualmente tú as echo lo mismo que yo al salvar al niño -dijo mientras mordisqueaba la manzana- Por cierto... Me llamo Claudio -dijo mientras extendía la mano para que yo la estrechara.

- Ashes. -dije mientras se la estrechaba y le soltaba rápidamente ante el contacto de nuestras pieles, la piel se me erizó, doy gracias a que no se notara por mi tono oscuro de mi piel.

- ¿Ceniza? -preguntó curioso.

Yo solo asentí - No preguntes. - Claudio se calló y asintió, no preguntó más y siguió mordisqueando ya la delgada manzana. Yo solo observaba las piedras que había debajo nuestro.

- ¿En que clase vas? - pregunté para romper el silencio. El silencio era una de las cosas que más me tranquilizaban, pero esta vez era diferente. Claudio rompía todos mis esquemas, solo con su presencia. 

- Mhh... ¿Segundo de Bachiller? -dijo entre divertido y con un toque misterioso. Yo puse los ojos en blanco, lo miré de arriba a bajo. No parecía ser uno de bachiller - Adivino... Estas pensando que no aparento que voy a Bachiller, ¿verdad? - sonrió.

- ¡No, no lo pareces! Me pensaba que tenías mi edad...

- Pues... Lo siento. No voy al mismo año que tú - se encogió de hombros mientras llevaba una de sus manos a su nuca y sonreía nervioso. Yo solo bufé y me levanté mirando al frente.

- Pues vaya cosa... -rodé los ojos mientras lo miraba desde arriba y ¿sonreía? - Me voy, ciao Claudio - cogí mi mochila y empecé a andar sin mirar atrás, el timbre dio final al descanso. Aunque en mi rostro aún seguía plasmada mi sonrisa.

Capítulo 1

Me despertaba entre las sábanas blancas de mi cama. Había pasado dos días desde mi llegada en Ibiza, mi tía como siempre no me llamó, ni le importaba en donde viviera ahora mismo. 

- Miau... - el  pequeño maullido se escuchó por toda la habitación. Miré a mi derecha, un pequeño gato de color negro de grandes ojos amarillos me miraban con cierta alegría al ver que me despertaba. Acaricié su cabeza, no lo había escuchado llegar a la habitación. Un ronroneo al ver que le acariciaba transmitió el pequeño minino. Sonreí.

- ¿Tienes hambre? - pregunté al gato. Este me lamió un dedo, lo tomé como un sí. Dejé de acariciarlo y este saltó de la cama para encaminarse entre el estrecho pasillo del piso asta la cocina. Yo salí de entre las sábanas, sintiendo el ambiente algo fresco haciendo que se erizase mi piel. Las mañanas me encantaban, me daban la tranquilidad total a mi alrededor. Me alcé de puntillas mientras me estiraba, tratando de despertar todos mis músculos adormecidos. 

El suelo estaba frío, pero no me importaba caminar descalza, si estuviera viva mi madre me echaría un gran sermón y a mi hermana no. Cerré los ojos, no debía pensar ahora en eso, el pasado y pasó. Y ahora mismo estamos en el presente, esperando que me depararía el futuro de ahora en adelante. Siempre me había cuidado sola y siempre así será.

Ingresé al fin a la cocina, en donde encontraba al gatito sentado encima de la mesa, yo solo sonreí, Debería darle un nombre al pequeño gato - Veamos... ¿Cómo te podría llamar? -dije mientras buscaba una de las latas de comida de gato en la estantería de abajo mientras pensaba en un nombre para que sería mi nueva mascota - Yoru... -susurré. Vale  ¿Os dais cuenta que Yoru es un nombre en japonés?  Pues sí. Soy fanática al manga, pero no soy un otaku. Como si el gato me entendiese, este me miró con los ojos brillantes- Sí. Te quedaras con ese nombre, Yoru - dije mientras le daba su comida y el gato ondeaba su cola feliz de poder comer y de tener un nombre.

Negué con la cabeza divertida por la actitud del felino, miré que había en la nevera y me encontré solo con un yogur azucarado. Tendría que ir después a comprar.


Las calles de Ibiza estaban repletas de personas, de allí para acá, hablando, esperando, solos. Un caos en el verano, había muchos turistas haciendo fotos, paseando y mirando algunas tiendas para llevarse algún recuerdo de vuelta a su país natal, lo que me molestaba de las ciudades era el ruido. En general todo. 

Suspiré y miré en un escaparate unas cuantas botas de cuero con tacón. Estaba pensando en comprarme una, pero rehusé en comprarme unas. Ya las compraría otro día o puede que nunca. Puse mis auriculares de mi mp3 para escuchar música a todo volumen mientras andaba entre la multitud de gente que pasaba por mi lado en Vara de Rey. Había una gran y larga plaza, en donde la mayoría de la gente pasaba. 

Mi vista me llevó a un escaparate, en ella se podría ver un maniquí con un vestido negro de terciopelo, era sencilla, llevaba adornado en los bordes un lazo plateado. Sin duda hermoso. Uno de mis gusto era por la ropa negra, no me gustaba nada lo muy colorido ni llamativo. Me incomodaba. Pude ver mi reflejo detrás del maniquí.

Mi pelo corto azabache en diferentes escalas casi llegar a la altura de los hombros, mi piel sigue siendo más morena, mis labios gruesos rosadas. No era muy alta, era más o menos delgada, pero no tanto como las chicas de hoy en día que estaban súper delgadísimas. Mis orejas pequeñas, la derecha llevaba tres perforaciones y la izquierda dos, dejando ver los tres pendientes de color esmeralda (la derecha) y las dos de color rubí (la izquierda). Llevaba unos shorts vaqueros de color negro, una camisa holgada sin mangas de color blanco y encima un blazer de color negro con un broche plateado parecido a una hiedra que estaba enganchado al blazer a la altura de mi pecho derecho. Me di cuenta hace mucho tiempo de que ya no era la niña de antes, ahora era yo. Ashes, una adolescente de dieciséis años. Que no tenía padres, ni hermanos. Solo yo.

Desvié mi vista y continué con mi camino, escuchando ahora una de mis canciones favoritas de Envansence, Bring me to Life. Puse a todo volumen la canción, susurrando el coro mientras caminaba entre las personas. 


- ¡Juan! ¡Juan! - una madre buscaba entre la multitud de las personas a su hijo. Ya no tenía los auriculares puestos y podía escuchar con claridad la voz desesperada de la mujer que buscaba a su único hijo. Intenté reprimir los sentimientos de celos que me invadían por todo mi cuerpo, apretando fuertemente los puños. Mis ojos negros divisaron al niño en medio de la carretera. ¿Cómo llegó allí? 

- Pobre niño... ¿Qué madre descuidada deja a su niño allí?
- Espero que no le atropellen...
- No me gustaría estar en su pellejo.
Me llevé las manos a la cabeza. ¿Qué eran esas voces? ¿Era yo la única que las escuchaba? Con dificultad, pude ver al niño sentado en el asfalto. Un coche pasaba rápido dirigiéndose a él, iba a atropellarlo. Sin darme cuenta, empece a correr, empujando a la gente que tenía en mi camino para llegar donde estaba el pequeño. Llegué a tiempo asta él, mientras lo abrazaba y lo protegía con mi cuerpo del choque contra el coche. Todo pasó muy rápido, escuché el derrapar del coche, los gritos de la gente. Mantenía los ojos bien cerrados aún abrazando al niño que lloraba a mares.

- ¿Estas bien?

Una voz masculina llegó cerca de mi oreja derecha. Abrí lentamente los ojos, mi olfato captó el olor a rosas. Miré al chico, lo primero que me fijé fueron sus ojos plateados con algunos destellos azulinos. Me había quedado por unos momentos hipnotizada por esos ojos, pero al sentir de nuevo el llanto del niño me izo volver a la realidad.

- S-sí... -tartamudeé. Él suspiró aliviado mientras desasía el abrazo que mantenía alrededor de mí y del niño para protegernos. Observé de nuevo al niño mientras me sentaba y me apartaba del chico -Shhh... Tranquilo... Ya pasó...-dije mientras abrazaba más al niño y sentía sus bracitos alrededor de mi cuello aún llorando por el susto. Se había llevado un buen susto - Oye, gracias por... - pero mis palabras murieron al ver que ya no estaba ese chico.

Prólogo

❝ Sombras ❞

By:

Ches Loveless Cross Ivy Seinx




¿La vida? ¿En que consistía realmente?
Solo pude sentir sufrimiento, el dolor vivo que recorre cada poro de mi piel. No sentí el cariño de las personas que me rodeaban -con excepción a mi hermana y a mi abuela claro está-. Solo estuve apartada, olvidada en el camino de la vida. Patético...
Desde pequeña supe que mi relación con los otros no era muy buena, sobre todo con mis padres. Recuerdos bastante amargos para una niña de catorce años de edad. ¿Qué decir sobre la vida? Me parecía una porquería la verdad, bueno, en realidad no podías pedirle mucho si es que lo recuerdas desde que la recuerdas. En realidad no había tenido una existencia miserable la verdad, solo qué, vivir como una sombra de alguien no era de gran ayuda. 

Mis padres siempre habían admirado a Ángela desde su nacimiento, todo lo contrarió a mí. Era rubia de ojos azules, piel  blanca de un tono rosado, suave al tacto, con aire inocente. Todo lo contrario a mí. Morena de ojos negros como el mismo abismo, cabello negro azabache parecido al color de las plumas de un cuervo. Ella era la mejor en los estudios, sacaba todo excelente en cambio yo era un cero a la izquierda. Ok, no era eso, solo que no se me da bien el estudio y punto. Mis padres estaban orgullosos de ella, pero a la vez ella era la única en felicitarme y la la única en recordar de que existo en esta mierda de mundo. ¿De que servía de que eras una buena pintora y escritora si tú propia familia se interesaba en el deporte y lengua?

- Mamá... Gané el primer premio por dibujar un... - una pequeña niña de unos diez años miraba con alegría a la mujer que en esos momentos estaba frente a la pantalla de su portátil, ignorando olímpicamente a la pequeña niña. Pero para la pequeña no le importaba, al fin había ganado un premio que merecía una pequeña felicitación, una sonrisa, no pedía mucho. Pero su pequeño diálogo se vio interrumpido por el ingreso de su padre junto a su hermana.
- Mira cariño, Ángel volvió a ganar un concurso oral de lengua catalana- la mujer de manera inmediata había puesto atención a lo dicho y una sonrisa floreciera en su cara, se levantó de su silla y fue a abrazar al pequeña niña.
- Eres nuestro pequeño orgullo - la otra niña miró la escena dolida, ella también había ganado un premio. ¿Acaso no se merecía los elogios? ¿Un abrazo?  ¿Había echo algo mal?
- ¿No vas a felicitar a tu hermana? - la voz molesta de su padre la sobresaltó, asintió rápido y se acercó.
- Felicidades, Ángela.
- Gracias, hermana. Mi profesor dijo que ganaste el concurso de dibujo ¡Felicidades! - era increíble que aquella persona que le quitaba toda la atención de sus padres fuera la única en recordar de que alguna forma ella existía en aquella casa, por eso no la odiaba, más que nada la quería. Por ello la defendía de todos los que intentaban hacer algo con ella, ganando a cambio de los sermones molestos de sus padres.
-¿Dibujos? - la voz de la mujer se oía molesta - no debería gustarte esas estúpidas fantasías - el corazón de la niña se encogió.
Nada más esos recuerdos me asqueaban. Al igual que odiaba a mis padres. Pero todo pasó el día en que me dijeron la verdad. Un día de borrachera. Mi hermana estaba dormida en su habitación, yo no podía dormir, tenía una de esas malas noches en que no tenías ganas de dormir. Fue entonces que escuché una de las conversaciones de mamá y papá. Yo estaba mirándolos escondida detrás de la puerta, con la curiosa genuina que ahora ya no tenía.

- Era mejor que se muriera... - fue el comentario del hombre que estaba sentado en el sofá al lado de su mujer mientras bebían.
- Por culpa de ella, Ángela estuvo en la incubadora por tres meses... Esa asquerosa parásita que le quitaba todo a su hermana, además que me izo sufrir horrores en el parto... pero que puedo decir... desde un principio no la queríamos, cuando supimos que eran dos... algo cambio, en especial al ver a esa pobre criatura que la estaba matando. Ojalá hubiera nacido muerta.
Todo eso marcó en lo profundo de toda mi vida. ¿Qué queréis que hiciera? ¿Qué bailara justamente allí la conga? No gracias, preferiría mil veces no haber nacido que estar allí escuchando que como vuestros propios padres dijeran eso en sus propias bocas. No, no les daría el gusto de que desapareciera después de aquella conversación. 

Pasó un año y para la mala suerte de ellos, sufrieron un grave accidente que los mató. Una de los tantos negocios de ellos dos. El día del funeral, Ángela lloró a mares y yo, no derramé ninguna gota. No tenía ni el mínimo amor hacia ellos, no tenía nada con ellos. No me unía ningún lazo con ellos, menos con mi hermana. Tonta e ingenua, nunca sabría la verdad en lo que escuché - para mi mala suerte - la verdad sobre mí. Al cabo de unos días, nos llevaron a ver quien se haría cargo de nosotras. Nuestro abuelo, no podía cuidar las dos a la vez, solo a una. Como podía suponer se llevó a Ángela, en tanto a mí,  me dejaron por dos meses debatiendo mi custodia. Nadie me quería por mis mala conducta que tenía asta que llegó mi queridísima abuela desde su viaje a América, desde que se enteró sobre la custodia se quedó conmigo. Era la única quién me entendía y quería tal como soy. El abuelo y la abuela estaban claramente separados. 

Viví con ella asta los catorce años. En una costa de Sicilia, Italia. Mi vida era feliz, pero como toda felicidad empieza, algún día debe acabar. Mi querida Nonna llegó en los días en que empezaba a decaerse. Restando en los días encerrada en su habitación, en cama mientras yo la cuidaba y hacía las tareas de casa. Era torpe, pero me las apañaba para ayudarla. Había contraído un extraña bacteria que se había alojado en sus pulmones, matándola poco a poco, hasta al final, en una noche de lluvia había cerrado los ojos, para siempre.
Recuerdo que lloré ese día, lloré y grité a  todo pulmón. Toda la noche, ninguna alma humana que estaba en ese lugar pudo calmarla en el hospital en la que estaba antes ingresada su querida abuela, ni médicos, ni enfermeras, nadie, estaba demasiado dolida. Y las palabras de su abuela aún resonaban en su cabeza.

Se feliz mi pequeña Ashley, mi pequeña Ashes.
Ashes, era el apodo que la abuela me había colocado. Significaba "Cenizas" en inglés. Nunca supe porque mi abuela me puso ese apodo, pero las historias que me contaban sobre un fénix oscuro me llevaban al caso de que cuando renacía de sus cenizas, llevaba un inmenso dolor en ellas, pero continuaba con su camino en busca de su felicidad.

No iba conmigo esa historia. 

En el funeral nadie me vio llorar, mantuve la frente en alto, muchos me criticaron y me llamaron mal agradecida, pero yo misma conocía la verdad y me importaba una mierda lo que los demás pensaran. Ahora mi personalidad se volvió más huraña, más desconfiada, más temerosa.

Como aún no era mayor de edad, me mandaron con mi tía de España. No la había visto desde, desde que tenía unos 7 años de edad y vino de visita desde Italia. Era una persona común y corriente, pero era igual a mi madre. No quería verme en su vida asta que decidió mandarme a vivir sola, con la promesa de darme dinero cada mes desde una cuenta bancaria asta que me hiciese mayor de edad y me independizara ya para dejar de mandar dinero a mi cuenta.

Ya habían pasado dos años sobre eso. No tenía ni idea de donde estaba ahora mi hermana, seguramente se habrá olvidado de mi y estuviera en alguna parte de Europa con el abuelo. Sí, aun seguía vivo ese viejo que no me quiso cuidar y a mi hermana sí. Ahora me encontraba en el aeropuerto de Ibiza. Mi nuevo destino, tuve que abandonar mi antiguo piso de Madrid por una cosa que sucedió allí. Cambié de nombre y apellido. Llamándome Ashes Vargas. Mi antiguo nombre, Ashley Rivieras quedó en el olvido de mis recuerdos. 

Llamad a esta vida como una mierda.

My damn Life.